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jueves, 24 de agosto de 2023

VIOLENCIA ECONÓMICA Y PATRIMONIAL

 





VIOLENCIA ECONÓMICA Y PATRIMONIAL

 

Por: Johanna Carolina Bula

 

Lo que se ha hecho por siempre, no es sinónimo de haberse hecho bien y que sea aceptado por la mayoría tampoco lo convierte en algo bueno. Aplica para casi todo en la vida y para todas las formas de violencia que se ejercen en contra de las mujeres.

Con recelo se mira el feminismo y se le acusa de hacer temblar los cimientos de una sociedad que funciona, aunque esta no sea más que una frase para infundir miedo, porque los que la pronuncian lo tienen. Tienen miedo de que se les señale como victimarios, tienen miedo de que cada vez más personas sepan lo incorrecto de sus actos, lo injusto de sus formas.

Porque tienen miedo de que las mujeres puedan querer vengarse, porque su esquema mental les dice que justicia y venganza son sinónimos. Nada más alejado de la realidad.

La realidad del feminismo es una lucha constante por los derechos de ellas, y acertada es la palabra lucha, porque lo que a los hombres se les ha otorgado, reconocido y mantenido como derecho divino, a las mujeres les ha costado siglos de inequidad, de ser consideradas seres humanos de segunda categoría, propiedad de sus padres, de sus maridos. Agentes carentes de soberanía sobre sus cuerpos, decisiones y todo lo que sea con respecto a ellas. Y mucho de esto presentado en nombre de tradiciones y cultura.

Hemos sido máquinas de parir, las cuidadoras principales y hasta consideradas “naturales” de los miembros del hogar propio y político. Hemos sido las brujas o las santas. Hemos sido consideradas la perdición o el éxito de los hombres; las culpables de su poca o nula gestión de emociones sexo afectivas. Las incitadoras o las frígidas; hemos sido los extremos sin puntos medios, sin que se nos reconozcan matices.

Se nos ha exigido estar por encima de las emociones, del promedio, superar expectativas, pero a jamás querer aspirar a algo más, porque en nosotras la ambición es un pecado.

Debemos ser la presa, la que cede ante el deseo, pero no la que desea. La que aporta trabajo, pero que no puede llamarle así, ni exigir remuneración a cambio, porque esto hace tambalear un sistema impuesto, que beneficia a los hombres, sin costarles nada.

Y entre todas esas muchas cosas, variadas formas de violencia hacia las mujeres, se enquistaron de tal forma que al día de hoy se consideran normales y, peor aún, se consideran el deber ser.

El silencio cómplice de la sociedad, que se escucha en re victimizaciones incluso institucionales y que pretende disimularse con iniciativas escuetas y políticas públicas de poco impacto; con insistentes llamados a la aplicación de la perspectiva de género, que molesta a demasiadas personas porque en una mala propaganda lo vendieron como un favoritismo injustificado hacia las mujeres, y ya lo sabemos, lo que las beneficie, no suele gustarles a las mayorías. Y por eso lo vendieron y lo venden de esa forma, no como una perspectiva de análisis, sino como unos beneficios ilimitados a las mujeres, cosa que nada tiene de cierta.

Y entre todo y tanto, las formas de violencia se ejercen porque el mandato social así lo exige para mantenerse, así encontramos un tipo de violencia que hay que llamar por su nombre, para reconocer su existencia y las devastadoras consecuencias que tiene para las mujeres y en la inmensa mayoría de los casos, en contra de los niños y niñas hijos de esas mujeres. Nos abrimos paso después de esta necesaria introducción para hablar de la VIOLENCIA ECONÓMICA O PATRIMONIAL.

 

¿QUÉ ES LA VIOLENCIA ECONÓMICA Y PATRIMONIAL?
 

La RAE define la VIOLENCIA ECONOMICA como: Modalidad de violencia doméstica consistente en el daño o apropiación de bienes o recursos en el ámbito familiar o de pareja, así como el control de los mismos, el desconocimiento del valor económico del trabajo en las labores propias del hogar y la exigencia para que abandone o no inicie un trabajo remunerado.

Mientras que la VIOLENCIA PATRIMONIAL se ha definido como la violación a los derechos de propiedad de la mujer; es decir, a su derecho a administrar su propiedad individual y a disfrutar de los bienes comunes adquiridos durante el matrimonio -esto es a recibir la mitad de ellos al disolverse la sociedad conyugal y a sus derechos de sucesión. (DEERE, 2021)

Hay diferencia entre ambas, aunque suelen tomarse como sinónimos, sin embargo, desde la definición misma, se establece la diferencia, que nos indica que comportamientos pueden enmarcarse en una o en otra.

EL DISFRAZ DE ADMINISTRACIÓN

Es muy común que la forma en que se ejercen estos tipos de violencia venga acompañado de una desvalorización de la mujer ante las situaciones financieras, haciéndola sentir incompetente de administrar bienes o hasta su mismo sueldo, no es de extrañar que esas artimañas sean presentadas con el pretexto de “lo hago por tu bien”, “es por el bienestar de la familia” “deja que yo me encargue que de eso no sabes” , porque ninguno dice abiertamente la verdad sobre la situación, no llegan diciendo: “si te controlo el dinero, te controlo a ti”

Porque una persona sin la capacidad de sostenerse o de proveer para sí misma o sus hijos, se sentirá incapaz de abandonar ese círculo de violencia, las mujeres no se van de situaciones de abuso, las mujeres huyen de abusadores y eso representa un reto y superar muchísimos miedos, ninguna madre quiere hacer pasar necesidades a sus hijos y eso es lo que muchas veces las hace soportar cosas inimaginables, no por ese gusto que se pregona, por miedo, por indefensión aprendida y por circunstancias que no deben ignorarse, ni tomarse a la ligera.

 

LA NECESIDAD DE DOMINACIÓN QUE SE MANIFIESTA EN LA DEPENDENCIA

Una de las frases que da inicio a la violencia económica es tomar las labores de cuidado y domesticas como naturales a las mujeres, como una obligación en función de sexo y una que no merece remuneración. Cuando se toma como cierto que las mujeres nacen para cuidar de otros, por razones carentes de lógica y que se sustenta en más frases elaboradas para lograr la completa sumisión de la mujer, mientras se le otorga ese poder sobrenatural de que solo ellas saben lavar platos, atender niños y encargarse de las labores domésticas con naturalidad, situación que la cotidianidad nos demuestra que no es así, que estas labores se asumen porque en su mayoría los hombres no saben ser adultos funcionales, ni les interesa serlo, por ahorrarse la fatiga de la realización de labores, ahora me pedirán artículos científicos que avalen mi postura, pero para la predominante manera de pensar nadie pide estudios, de hecho, piden ignorar los que dicen todo lo contrario. Porque no les conviene que esos cimientos se tambaleen, porque las únicas estructuras que defienden, son las que ubican a los hombres en posiciones ventajosas.

No es rencor, no es más que la puesta en escena de una aplastante realidad que tiene harta a las mujeres y que mantiene muy cómodos a los hombres.

Una mujer de la que dependen todas las labores domésticas, es una mujer con muy poco tiempo y energía para su realización como persona, y por favor, no me salgan con que se levanten más temprano, que hagan más esfuerzos, que hagan más sacrificios, porque la vida de la mayoría de las mujeres solo se valora en función de todo lo que son capaces de sacrificar y todo a lo que les toca renunciar y no es algo para sentirse orgullosos. Es sobre explotación, es indigno no tener tantas ventajas y con tan poca resistencia.

Libertad, equidad, acceso a oportunidad y hasta el tiempo de ocio y descanso representan para las mujeres una lucha, porque ni el cansancio es igual a los ojos de la sociedad de los hombres y las mujeres, nuestra lista de deberes es demasiado larga en comparación a nuestros derechos, que nos son concedidos casi que como un favor y no como lo que realmente son: inherentes a nuestra condición de seres humanos.


LAS INTERMINABLES PRUEBAS

Que no prueban nada ante la sociedad y para los administradores de justicia eres “una pendeja por haber escogido tan mal” y así libran a quienes ejercen violencia económica y patrimonial de cualquier tipo de consecuencia, es más, ni siquiera son catalogados como malas personas, parecieran estar cubiertos por un manto impenetrable que los blinda de expectativas, pues pareciera esperarse que actúen mal o con maldad.

Para nadie es un secreto que ocultan bienes, que traspasan propiedades y que se hacen los pobres mendigos ante comisarías de familia, centros de conciliación y juzgados.  Y todo un sistema los ampara en sus quejas y solicitudes, otorgándoles incluso visitas a unos hijos que durante la relación de pareja jamás fueron su prioridad. Porque si algo es repetitivo en estos personajes es que parecen seguir un paso a paso de manual. Ejercen violencia, manipulan, se presentan encantadores en las audiencias y sobretodo se presentan como las victimas de mujeres que “solo quieren plata” y a las cuales llaman interesadas, cuando la realidad es que al sentir que pierden control sobre la otra persona, quieren seguir poder ejerciendo violencia y saben que la falta de dinero trae consigo penurias para la mujer víctima y para los hijos.

Ante las quejas de una “mujer loca”, “de una mujer interesada” nadie pide mucho, se toma como verdad absoluta que las mujeres están locas, porque su naturaleza implica inmadurez, poca o nula inteligencia emocional, celos enfermizos y a todas casi que sin excepción se les da un diagnóstico de pacientes psiquiátricas. Y toda una sociedad y un sistema dan estos espeluznantes estereotipos por ciertos.

Dicen que las mujeres joden cuando el ex tiene una nueva pareja y saben qué … ¡es cierto! Pero no por celos, suele ser cuando se intensifica la violencia económica hacia los hijos, el incumplimiento de las visitas… pero es más fácil decir que las mujeres son unas celosas que no superan a admitir que los hombres suelen olvidar fácilmente sus obligaciones, pues se consideran con derecho a todo, incluso creen sin duda alguna que todo con respecto a ellos está por encima hasta de los hijos. Porque para viajar con la nueva pareja hay plata, pero para el colegio de los hijos no alcanza. porque el tiempo no les da para cumplir con sus responsabilidades, pero sí para disfrutar de la vida con la nueva pareja.

Y ante estas afirmaciones también pedirán pruebas, pero ante las falsas creencias instauradas en la cabeza, a esas se les seguirá dando fuerza. Es tan fácil ser una mujer loca, como una puta… somos las candidatas por excelencia para personificar lo malo. Tanto que se nos ha creído poco probable que seamos victimas por la maldad de las personas, seguiremos siendo las victimas de algo que nos buscamos (no importa el delito o la circunstancia).

Es así como sociedad, sistema e instituciones ignoran conscientemente la realidad, porque esa no coincide con las ideas pre concebidas y de las que no quieren desprenderse y se toma como discurso de odio defender nuestros derechos.

Lo que escribimos las mujeres sobre nuestras realidades y derechos suele leerse con un tono de odio, porque una frase contundente escrita por una mujer, no es más que una queja, pero ese tono con el que cada quien lo lee, es uno producto de usted mismo…

Odio es lo que mantiene las ideas machistas y que tiene naturalizadas las violencias en contra de las mujeres, no la lucha por sus derechos. Pero como todo es diferente para hombres y mujeres, se nos niega hasta el poder sentir emociones como la rabia, porque lo nuestro debería ser aceptación absoluta de lo que nos toca y de paso, casi que nos piden sonreír y dar las gracias.

Se requiere que cada tipo de violencia se conozca por su nombre y que las consecuencias que de ellas se desprende y el impacto en la vida de las mujeres y los niños no sean pasados por alto.

 

  

Bibliografía

DEERE, C. D. (2021). De la potestad marital a la violencia económica y patrimonial en Colombia. Revista Estudios Socio-Jurídicos, vol. 23, núm. 1, 2021. Obtenido de https://revistas.urosario.edu.co/xml/733/73365628012/html/index.html

RAE. (s.f.). RAE. Obtenido de https://dpej.rae.es/lema/violencia-patrimonial

 

 


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